La desesperanza humana es fruto del sin sentido percibido de la vida. La ausencia de alegría, de momentos reconfortantes plenos de ilusión son la chispa necesaria para fomentar la desmotivación. El egoísmo, el individualismo extremo afloran desde el interior más profundo de nuestro ser. Al inicio esconden gritos de auxilio pero con el tiempo se apoderan de la persona, la transforman y crean un nuevo yo en el que predomina la deshumanización y, como consecuencia, un mundo caracterizado por la falta de amor.
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Educación en valores para alcanzar el bienestar social y cuidar la salud mental
La prevención mediante la educación puede ser la solución, y es que existen valores básicos que jamás deberían de ser olvidados. Eduquemos con el objetivo de ser humanos/as, eduquemos en la compasión, en la tolerancia, en la libertad, ésta bien entendida, ya que debemos de actuar sin olvidar que existen otras personas a quienes tenemos que respetar. De esta manera crearemos puentes hacia la estabilidad social, ésta fundamental para cuidar la salud mental, porque podemos construir como individuos pero, en un mundo compartido, necesitamos el apoyo del sistema en el que vivimos.
Cómo cuidar la salud mental mediante la psicología
La flexibilidad cognitiva es la herramienta básica para alcanzar la salud mental y el bienestar social, ya que nos ayuda a cambiar nuestra forma de pensar y de actuar según las circunstancias que tengamos que afrontar, es decir, nos ayuda a adaptarnos a nivel individual y social. Se trata de algo innato pero que podemos desarrollar.
Si usamos esta cualidad ante la presencia de un conflicto con un/a igual, podemos tener la oportunidad de crear alternativas que nos beneficien a ambos/as sin necesidad de competir sino de colaborar. Por lo tanto, nos permite unirnos como colectivo y crear puentes hacia la salud mental porque confiar en la sociedad es la base que sustenta la estabilidad psicológica y emocional.
En definitiva, no nos alejemos si podemos unirnos, solo hay que mirar más allá del primer momento, y descubriremos que en realidad todos/as anhelamos lo mismo y que todos/as nos sentimos igual. Dejemos las diferencias a un lado porque lo que nos une es mucho más. Confiemos en nosotros/as mismos/as y en quienes nos rodean, mostremos nuestra vulnerabilidad, eso nos permitirá soltar lastre y disfrutar sin miedo al qué dirán, crear una nueva realidad en la que no nos tengamos que ocultar tras una careta que acaba apoderándose de nuestra verdadera personalidad.
Unirnos como colectivo es la llave que nos abre la puerta hacia la verdadera paz. Amar, amarse, disfrutar de las particularidades que nos hacen únicos/as en lugar de rechazarlas por alejarse de lo que se supone que es “normal”. En definitiva, confiar para construir un “nosotros/a” sano y real.
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