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Por qué es importante la educación sexual
La educación sexual brilla por su ausencia y, como consecuencia, el porno se establece como principal referente a imitar en las relaciones sexuales.
Lo que se observa en el porno son una serie de actos, en muchos casos violentos, del hombre hacia la mujer. Las formas más sutiles de violencia (también peligrosas) son la frialdad con la que se desarrollan estos actos, siendo la mujer un mero objeto sexual cuya función es satisfacer al hombre; Y la normalización de prácticas que lejos de producir placer en la mujer, producen rechazo hacia su propia sexualidad, tanto en compañía como en soledad.
El porno se apodera del sexo y lo convierte en algo deshumanizado, donde el hombre tiene el poder de obviar el respeto, la valoración y la consideración hacia la mujer, ya que se la trata como una vagina a la que penetrar y no como un ser humano en su totalidad. La falta de educación sexual permite validar la pésima actitud del hombre en la relación sexual, extrapolando dicha actitud a la vida real. Otro factor que facilita este hecho es la falsa satisfacción sexual representada por las actrices porno, chicas a quienes se les pide que simulen disfrutar de prácticas que se alejan de lo normal. Se ha creado una imagen sesgada de lo que es una relación sexual, por lo que la educación se hace necesaria para deconstruir esta concepción de la sexualidad.
Mitos sobre la sexualidad femenina ante la escasa educación sexual
Las mujeres tenemos el derecho de disfrutar de nuestra sexualidad con total libertad, igual que los hombres, ya que se trata de algo natural. Por lo tanto, no tiene sentido mantener el mito de que las mujeres necesitamos estar enamoradas para desear practicar cualquier tipo de acto sexual. Sin embargo, lo que sí necesitamos es que se nos tenga en cuenta, que se nos escuche (no hay buen sexo sin comunicación) y que se nos trate desde el respeto, al igual que en cualquier otro tipo de relación social. Y es que, hasta para tomar un café, hombres y mujeres necesitamos sentir “feeling” y una mínima sensación de aceptación o sensibilidad por parte de la persona que nos va a acompañar. El sexo es una forma más de interacción, no pudiéndose crear la idea de que se trata de un acto frío, mecánico, carente de empatía y en el que está permitido centrase, únicamente, en el placer individual.
También, existe el mito de que las mujeres practicamos sexo para satisfacer necesidades afectivas y no sexuales. Se cree que el sexo es una herramienta que utilizamos para obtener cariño, cercanía o amor por parte de la pareja. Desde esta perspectiva, se apoya la idea de relegar el deseo de la mujer a un segundo plano, afirmando que éste solamente es posible una vez iniciada la relación sexual, como consecuencia de la excitación derivada de la misma. Se niega, así, el deseo como algo primario en la mujer, se niega que en nuestra naturaleza se halle el interés intrínseco por la sexualidad. Esta concepción, sesgada, no es solamente una creencia que sostiene parte de la sociedad, sino que se establece como teoría en el terreno profesional. Llama la atención que se proponga como una idea formal, ya que la ciencia ha demostrado que la mujer es un ser sexual y que el deseo aparece con anterioridad a las prácticas que se desarrollan en la intimidad.
No obstante, hay mujeres que se sienten identificadas con esta teoría. Este hecho, pudiera ser debido a la imitación del porno en la vida real. Esta imitación hace que muchas mujeres no se sientan cómodas y no disfruten de la relación sexual, incluso, pueden generar rechazo por el sexo y por el desarrollo de su sexualidad. De esta manera, el sexo se convertiría, efectivamente, en una mera herramienta para potenciar la afectividad.
Consecuencias derivadas de la nula de educación sexual
Los mitos sobre la sexualidad femenina son una de las consecuencias de la poca importancia que se le da a la educación sexual. Otros ejemplos de consecuencias que se podrían mencionar son: centrar la relación sexual en la penetración (sin ser ésta demasiado importante para placer femenino), obviar la importancia del clítoris (principal zona erógena de la mujer), ser juzgadas por practicar la autoexploración y el disfrute del placer en soledad (hábitos necesarios para conocerse a una misma y poder disfrutar de una relación sexual de calidad). En definitiva, relegar el placer de la mujer a segundo plano y, de esta manera, perpetuar la imagen poco igualitaria del sexo que se mantiene en la actualidad.
La falta de información, la actitud egoísta de muchos hombres en las relaciones sexuales y el estigma que sigue existiendo sobre la libertad sexual de la mujer, son factores que hay que derrocar. Nosotras tenemos un papel fundamental, pero los hombres no se quedan atrás, pues en toda relación sexual tiene que primar la responsabilidad de mirar por el bienestar de todos/as por igual.
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